Sentado en el pasto, bajo un árbol, tenía un cuaderno en la mano y unos auriculares puestos. Yo lo veía sentado desde un asiento de la plaza, expectante a sus reacciones; lo miraba fijo y me preguntaba qué estaría escribiendo. Movía su cabeza, parecía muy pensativo y sólo llegaba a escribir unas pocas líneas y se paraba para pensar nuevamente. Parecía no importarle nada de lo que sucediese a su alrededor, aunque a veces sacaba su teléfono celular y lo veía como esperando algo. Yo sentado en esa plaza observaba con cuidado a ese joven, que escribía y hacía todo tipo de muecas al hacerlo, además me parecía muy peculiar su manera de vestirse, el estar escuchando música de esa forma y como se sumergía en otro mundo cada ves que apoyaba su birome negra sobre ese simple cuaderno. No entendía muy bien que era lo que me atraía ver de esa situación, si era su forma tan peculiar de escribir, los gestos que hacía o como adentraba toda su persona dentro de una burbuja para escribir lo que fuera que estuviese escribiendo. Yo solo lo miraba y contemplaba esa imagen, me daba una sensación rara, algo que no había sentido antes, pareciera que los tiempos se mezclaban. Por algún motivo notaba en sus zapatos marrones, su Jean gris, su saco deportivo color beige y esa manía de escuchar música mientras escribía, algo lejano, no sabría decir por qué.
Mientras miraba y pensaba sobre todos esos detalles, el joven se detuvo, sacó su teléfono y al verlo se le notó una sonrisa en su rostro, algo que anteriormente no hizo mientras yo lo observaba. Luego de mirarlo, se quedó fijo apretando teclas y teclas, no entendía que era lo que hacía ese joven, pero pareció terminar y guardó su celular. En ese entonces el sacó uno de sus auriculares, parecía que salía de esa “burbuja” de concentración y miró hacia los costados, fue entonces cuando se dio cuenta que yo lo observaba; sin miedo alguno seguía mirándolo, esta ves era a los ojos, el me miró y su mirada no era de rareza sino que pareciera que me conociera o algo por el estilo, ya que sus ojos mostraban un cierto grado de confianza pero también un poco de sorpresa, su mirada se bajó y observó que yo también escribía; estábamos solos y a unos metros de distancia, no mas de cinco, y sin palabras nos dimos cuenta de lo que sucedía, los dos teníamos algo en común, escribíamos pero eso no era lo realmente relevante en aquella situación, sino que ambos estábamos escribiéndonos. No sabría como describirlo, aunque uno quisiese imaginarlo se marearía intentándolo. Capaz los dos éramos personajes ficticios de nuestra creación en un cuaderno simple, nadie entendería, ni siquiera aquel que haya escrito esto.
EsKritores
jueves, 5 de junio de 2008
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