Era un prisionero nativo de Francia, aunque constantemente era trasladado a otros países, desconociendo la cultura de mi propia nación.
En aquel entonces predominaba la discriminación, por la que se luchó varios años después. Pero hasta ese momento, me encontraba en un barco rumbo a España, donde sería vendido una vez más. Yo no creía, y aún mantengo mi ideología, que una persona puede ser vendida a ningún precio.
Mi propósito era arrojarme al mar y nadar a tierra firme, despidiéndome de aquel dolor que agobiaba mi alma. Insensato. Sin embargo, darme cuenta de que era imposible, no detenía mis esperanzas.
En una ocasión, cinco prisioneros se me adelantaron y se lanzaron contra los oficiales, provocando su propia e inmunda muerte, quitándose los valores que tiene la vida misma: incrédulos.
El hecho de que tomasen a las personas llenas de paciencia y humildad, y pieda n el dinero matando a cada uno de ellos sin compasión, era un mito y un rumor que no preocupaba en lo absoluto. Que realmente sucediera, a causa de cinco individuos desesperados, me estremecía profundamente. Es que acaso debía morir sin lograr aquella libertad ansiada?
Ansiedad... ansiedad..
Fuimos encadenados de manera que, cuando tirasen la cadena al mar, todos cayéramos y ninguno puediera salvarse. Estaba pálido y temblaba. El viento se había vuleto pesado, los segundos eternos, y el frío recorría cada vena de mi cuerpo. Habíamos sido advertidos; si alguno intentaba algo, la muerte se nos aproximaría aun más rápido. Pero, cómo estoy escribiendo esto, si estoy seguro de que fui lanzado al mar, y todos mis sentimientos y mi alma fueron dejados allí? No lo sé, pues hay preguntas que la vida y la muerte tienen prohibidas contestar.
EsKritores
viernes, 27 de junio de 2008
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