Era un prisionero nativo de Francia, aunque constantemente era trasladado a otros países, desconociendo la cultura de mi propia nación.
En aquel entonces predominaba la discriminación, por la que se luchó varios años después. Pero hasta ese momento, me encontraba en un barco rumbo a España, donde sería vendido una vez más. Yo no creía, y aún mantengo mi ideología, que una persona puede ser vendida a ningún precio.
Mi propósito era arrojarme al mar y nadar a tierra firme, despidiéndome de aquel dolor que agobiaba mi alma. Insensato. Sin embargo, darme cuenta de que era imposible, no detenía mis esperanzas.
En una ocasión, cinco prisioneros se me adelantaron y se lanzaron contra los oficiales, provocando su propia e inmunda muerte, quitándose los valores que tiene la vida misma: incrédulos.
El hecho de que tomasen a las personas llenas de paciencia y humildad, y pieda n el dinero matando a cada uno de ellos sin compasión, era un mito y un rumor que no preocupaba en lo absoluto. Que realmente sucediera, a causa de cinco individuos desesperados, me estremecía profundamente. Es que acaso debía morir sin lograr aquella libertad ansiada?
Ansiedad... ansiedad..
Fuimos encadenados de manera que, cuando tirasen la cadena al mar, todos cayéramos y ninguno puediera salvarse. Estaba pálido y temblaba. El viento se había vuleto pesado, los segundos eternos, y el frío recorría cada vena de mi cuerpo. Habíamos sido advertidos; si alguno intentaba algo, la muerte se nos aproximaría aun más rápido. Pero, cómo estoy escribiendo esto, si estoy seguro de que fui lanzado al mar, y todos mis sentimientos y mi alma fueron dejados allí? No lo sé, pues hay preguntas que la vida y la muerte tienen prohibidas contestar.
EsKritores
viernes, 27 de junio de 2008
martes, 24 de junio de 2008
El último hombre sobre la Tierra
-“El último hombre sobre la Tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.”
Ayer tuvo la misión más importante de su vida: bajar al núcleo terrestre, donde ningún hombre había llegado aún. La humanidad miraba ansiosa la llegada del primer hombre al centro de la masa terrestre, algunos por televisión, otros en las grandes pantallas de los centros urbanos y los demás por Internet.
Mientras los hombres se distraían llegó el Apocalipsis, el juicio final; los ángeles tocaban trompetas y los hombres caminaban en grandes filas para ser juzgados ante el Todopoderoso; todos eran llevados, menos aquel que había bajado al fondo, donde fue desapercibido por las fuerzas divinas y obtuvo el permiso del mismo Dios para quedarse un día más en la Tierra.
Aquel hombre subió nuevamente a la superficie, ya no quedaba nada y a nadie podía contar su experiencia. Abrumado, caminó solitariamente entre los edificios; luego entrando a su hogar se sentó en su habitación y lloró de angustia, la puerta estaba cerrada pero estaban llamando; ya no había mas tiempo.
Ayer tuvo la misión más importante de su vida: bajar al núcleo terrestre, donde ningún hombre había llegado aún. La humanidad miraba ansiosa la llegada del primer hombre al centro de la masa terrestre, algunos por televisión, otros en las grandes pantallas de los centros urbanos y los demás por Internet.
Mientras los hombres se distraían llegó el Apocalipsis, el juicio final; los ángeles tocaban trompetas y los hombres caminaban en grandes filas para ser juzgados ante el Todopoderoso; todos eran llevados, menos aquel que había bajado al fondo, donde fue desapercibido por las fuerzas divinas y obtuvo el permiso del mismo Dios para quedarse un día más en la Tierra.
Aquel hombre subió nuevamente a la superficie, ya no quedaba nada y a nadie podía contar su experiencia. Abrumado, caminó solitariamente entre los edificios; luego entrando a su hogar se sentó en su habitación y lloró de angustia, la puerta estaba cerrada pero estaban llamando; ya no había mas tiempo.
miércoles, 11 de junio de 2008
Poema "Color negro pareció ver" -Por Martin Kim
Color negro pareció ver
Lo oculto del alma comienza a aparecer
No es la noche, ni un tardío amanecer
Es el veneno por la bronca de su ser
Llama impacientemente su libertad
La presión se enreda dentro de su realidad
No permite el sueño que le dará tranquilidad
La mañana se aproxima sin tener piedad
Quiere obtener espacio para reflexionar
El poder está pero no la oportunidad
Tal cual ve su caminar
Como el tráfico en plena ciudad
Dónde quedará tanta necesidad
Estancada dentro de su espiritualidad
Forma aquella negra verdad
Que revelará, algún día, el veneno de su maldad
La tristeza -por Martin Kim
La tristeza -por Martin Kim
Sueño con tener paz
Que difícilmente encontraré
Busco un poco de felicidad
Pero solo veo caminos de frialdad.
Duermo tratando de no soñar,
De ello me quiero librar
Ya que en cada sueño
Lágrimas me caerán
La pesadilla me despierta,
Miedo surge al despertar,
Mirando aquel rostro,
Que no me deja tener paz.
La angustia de vivir,
Depresión en cada latir.
Ya no quiero existir
Porque no tengo motivo para poder resistir.
La soledad me seguirá acompañando
En estos caminos que voy finalizando
No hace falta compañía al caminar
Déjenme solo, que la tristeza me acompañará.
8-9-04
Sueño con tener paz
Que difícilmente encontraré
Busco un poco de felicidad
Pero solo veo caminos de frialdad.
Duermo tratando de no soñar,
De ello me quiero librar
Ya que en cada sueño
Lágrimas me caerán
La pesadilla me despierta,
Miedo surge al despertar,
Mirando aquel rostro,
Que no me deja tener paz.
La angustia de vivir,
Depresión en cada latir.
Ya no quiero existir
Porque no tengo motivo para poder resistir.
La soledad me seguirá acompañando
En estos caminos que voy finalizando
No hace falta compañía al caminar
Déjenme solo, que la tristeza me acompañará.
8-9-04
jueves, 5 de junio de 2008
Escribimos
Sentado en el pasto, bajo un árbol, tenía un cuaderno en la mano y unos auriculares puestos. Yo lo veía sentado desde un asiento de la plaza, expectante a sus reacciones; lo miraba fijo y me preguntaba qué estaría escribiendo. Movía su cabeza, parecía muy pensativo y sólo llegaba a escribir unas pocas líneas y se paraba para pensar nuevamente. Parecía no importarle nada de lo que sucediese a su alrededor, aunque a veces sacaba su teléfono celular y lo veía como esperando algo. Yo sentado en esa plaza observaba con cuidado a ese joven, que escribía y hacía todo tipo de muecas al hacerlo, además me parecía muy peculiar su manera de vestirse, el estar escuchando música de esa forma y como se sumergía en otro mundo cada ves que apoyaba su birome negra sobre ese simple cuaderno. No entendía muy bien que era lo que me atraía ver de esa situación, si era su forma tan peculiar de escribir, los gestos que hacía o como adentraba toda su persona dentro de una burbuja para escribir lo que fuera que estuviese escribiendo. Yo solo lo miraba y contemplaba esa imagen, me daba una sensación rara, algo que no había sentido antes, pareciera que los tiempos se mezclaban. Por algún motivo notaba en sus zapatos marrones, su Jean gris, su saco deportivo color beige y esa manía de escuchar música mientras escribía, algo lejano, no sabría decir por qué.
Mientras miraba y pensaba sobre todos esos detalles, el joven se detuvo, sacó su teléfono y al verlo se le notó una sonrisa en su rostro, algo que anteriormente no hizo mientras yo lo observaba. Luego de mirarlo, se quedó fijo apretando teclas y teclas, no entendía que era lo que hacía ese joven, pero pareció terminar y guardó su celular. En ese entonces el sacó uno de sus auriculares, parecía que salía de esa “burbuja” de concentración y miró hacia los costados, fue entonces cuando se dio cuenta que yo lo observaba; sin miedo alguno seguía mirándolo, esta ves era a los ojos, el me miró y su mirada no era de rareza sino que pareciera que me conociera o algo por el estilo, ya que sus ojos mostraban un cierto grado de confianza pero también un poco de sorpresa, su mirada se bajó y observó que yo también escribía; estábamos solos y a unos metros de distancia, no mas de cinco, y sin palabras nos dimos cuenta de lo que sucedía, los dos teníamos algo en común, escribíamos pero eso no era lo realmente relevante en aquella situación, sino que ambos estábamos escribiéndonos. No sabría como describirlo, aunque uno quisiese imaginarlo se marearía intentándolo. Capaz los dos éramos personajes ficticios de nuestra creación en un cuaderno simple, nadie entendería, ni siquiera aquel que haya escrito esto.
Mientras miraba y pensaba sobre todos esos detalles, el joven se detuvo, sacó su teléfono y al verlo se le notó una sonrisa en su rostro, algo que anteriormente no hizo mientras yo lo observaba. Luego de mirarlo, se quedó fijo apretando teclas y teclas, no entendía que era lo que hacía ese joven, pero pareció terminar y guardó su celular. En ese entonces el sacó uno de sus auriculares, parecía que salía de esa “burbuja” de concentración y miró hacia los costados, fue entonces cuando se dio cuenta que yo lo observaba; sin miedo alguno seguía mirándolo, esta ves era a los ojos, el me miró y su mirada no era de rareza sino que pareciera que me conociera o algo por el estilo, ya que sus ojos mostraban un cierto grado de confianza pero también un poco de sorpresa, su mirada se bajó y observó que yo también escribía; estábamos solos y a unos metros de distancia, no mas de cinco, y sin palabras nos dimos cuenta de lo que sucedía, los dos teníamos algo en común, escribíamos pero eso no era lo realmente relevante en aquella situación, sino que ambos estábamos escribiéndonos. No sabría como describirlo, aunque uno quisiese imaginarlo se marearía intentándolo. Capaz los dos éramos personajes ficticios de nuestra creación en un cuaderno simple, nadie entendería, ni siquiera aquel que haya escrito esto.
Una frase de noche
Un camino desértico, caminaba a solas en una noche oscura y fría en la ciudad de Buenos Aires. Estaba bien abrigado, tenía puesto una campera color negro, un pantalón deportivo, guantes y bufanda pero el frío penetraba en mis mejillas de una manera punzante. Las calles me parecían un recorrido eterno, nunca llegaba a mi destino, no dejaba de dar pasos, no me detenía ya que la posibilidad de tomar un medio de transporte era nula, no tenía nada de dinero en los bolsillos y la última moneda se la había entregado a un anciano que pedía ayuda en el centro porteño de la ciudad.
La marcha era rápida pero las calles largas, me preguntaba si faltaba mucho y miré el letrero de la calle Sanchez de Bustamante; sí, aún tenía mas de cuatro kilómetros de distancia para llegar. Miraba fijo el suelo y mis pensamientos volaban, imaginaba todo tipo de cosas, recordaba todo tipo de recuerdos, la familia, los amigos, algunos alumnos, compañeros de la secundaria, y también la recordaba a ella. Saque del bolsillo del pantalón una caja de cigarrillos ya casi vacía, solo quedaba uno, me detuve y lo prendí, levanté por un momento la vista en aquel momento para largar el humo y un graffiti detuvo mis pasos; todavía recuerdo esa frase, una frase que nunca olvidaría por como me impactó en aquel momento y hoy me deja reflexivo. Seguí con mis pasos y su imagen, la de ella resultaba cada ves mas confusa, pensaba que estaría haciendo en estas horas de la madrugada, si estaría durmiendo, si estaría con alguien más, si estaba afuera, si estaría en su casa, si veía la televisión, si estudiaba, si pensaba en mi… Yo pensaba en ella en aquel momento, pensaba todo tipo de pavadas que surgían en mi imaginación, mientras algunos autos me tocaban bocina para no atropellarme, yo seguía sumergido en un mundo donde muchos dedican poco tiempo, los recuerdos, la memoria, el imaginar constantemente, todo fue mas fuerte luego de cruzarme con esa frase escrita en una pared de un edificio casi abandonado por su aspecto.
Sostenía lo poco que quedaba de mi cigarrillo entre los dedos y decidí sentarme un momento en la plaza, no sabía que plaza era, pero sabía que estaba en el recorrido que seguía. Al sentarme sentí la madera fría del asiento, surgió un escalofríos, di una última pitada a aquel cigarrillo y lo tiré. En aquel momento una mujer se acercó ¿será ella? pregunte tontamente sin pensar en la hora que era y en el lugar incierto que estaba; no era ella, era una joven de unos veinte años, de pelo castaño y unos ojos que a pesar de la oscuridad se notaban que eran de un verde claro. –disculpá ¿ tenés fuego?- me preguntó. Yo sin responder con muchas palabras saqué mi encendedor y se lo di, ella se sentó a lado mío y prendió su cigarrillo - ¿querés uno? – La miré y notaba su tranquilidad a pesar de estar hablando con un extraño a plena madrugada –si, por favor- contesté. – ¿Qué tal? Mi nombre es Esther, ¿Cómo te llamas?- No entendía que pretendía esa mujer con aquella conversación pero simplemente no lo pensé demasiado y contesté secamente –Eduardo-. Me miró mientras exhalaba el humo del cigarrillo y sonrió. –te parecés mucho a mi hermano mayor, también se llama Eduardo y seguramente debe tener tu edad… ¿tenés veintisiete años verdad?-. La situación hubiera resultado incomoda si uno cree que alguien quiere entrar a su intimidad luego de haber pedido un cigarrillo pero esa chica resultaba ser muy amable y de a poco comencé a entablar una conversación amistosa, mi tono de vos ya era diferente y sentía que a medida que iba transcurriendo los minutos ella lograba que yo le contase mi vida, y luego ella me contaba la suya.
Esther era una mujer joven, vivía sola en la capital ya que se había mudado por los estudios universitarios, sus amigas eran pocas, la mayoría compañeras que se cruzaban en la facultad. Su familia integrada por sus padres, su hermano mayor y ella, era una familia muy dispersa, por eso decidió comenzar hacer de su vida sola aquí en la capital. Ella no parecía estar mal, pero en sus ojos veía una profunda tristeza y soledad. - ¿Querés que nos veamos denuevo?- pregunté luego de casi dos horas de conversación. –Cuando quieras Eduardo, yo estoy todos los lunes rondando la plaza sola a estas horas-. La miré y una sonrisa se reflejó en ella, solo contesté –Hasta luego, Esther-.
Luego de haberme levantado y caminado unos metros, vi que ella seguía ahí sentada, sola, sin compañía, y por un momento dude si volver pero era tarde, aún no había llegado a mi destino y ya algunos rayos del sol intentaban borrar la oscuridad de la noche. Pero esta ves no sabía donde era mi destino, no sabía hacia donde caminar, ella, esa persona en quien tanto había pensado, por un momento se borró de mi mente y lo único que pensaba era en Esther ¿estará bien? ¿No tendrá frío? ¿Estará lo suficientemente abrigada? ¿La volveré a ver? Cuando me di cuenta de que no había visto el nombre de la plaza, ya estaba muy lejos y desorientado, no sabía donde estaba parado. Observé un puesto de diario que comenzaba a abrir sus puertas y le pregunté si estaba muy lejos del hotel en que me hospedaba, le di la dirección y milagrosamente ya solo estaba a unas siete cuadras. Al llegar pedí mis llaves y preparé mis valijas; mi vuelo salía en unas horas.
Fue una noche larga pensé cuando volvía a la ciudad de Rosario, no hacía mas de unas horas yo estaba frente a una desconocida, a Esther, hablando de la vida de cada uno y contándonos intimidades que nunca contaríamos a alguien conocido. Sin darme cuenta, ella sabía lo mas secreto mío, lo que muchos quisieron oír de mi durante muchos años de confianza, ella lo había logrado escuchar en unas horas, en una noche. La frase que había leído en aquella pared pareció ser mas que una predicción, fue una señal de lo que iba suceder, no se porque me impactó tanto en un principio pero luego de lo sucedido con aquella muchacha, y después de haberme subido al avión fue cuando me di cuenta de lo que significaba.“No es quien crees, la encontrarás… pero jamás te darás cuenta”
Martin E Kim
La marcha era rápida pero las calles largas, me preguntaba si faltaba mucho y miré el letrero de la calle Sanchez de Bustamante; sí, aún tenía mas de cuatro kilómetros de distancia para llegar. Miraba fijo el suelo y mis pensamientos volaban, imaginaba todo tipo de cosas, recordaba todo tipo de recuerdos, la familia, los amigos, algunos alumnos, compañeros de la secundaria, y también la recordaba a ella. Saque del bolsillo del pantalón una caja de cigarrillos ya casi vacía, solo quedaba uno, me detuve y lo prendí, levanté por un momento la vista en aquel momento para largar el humo y un graffiti detuvo mis pasos; todavía recuerdo esa frase, una frase que nunca olvidaría por como me impactó en aquel momento y hoy me deja reflexivo. Seguí con mis pasos y su imagen, la de ella resultaba cada ves mas confusa, pensaba que estaría haciendo en estas horas de la madrugada, si estaría durmiendo, si estaría con alguien más, si estaba afuera, si estaría en su casa, si veía la televisión, si estudiaba, si pensaba en mi… Yo pensaba en ella en aquel momento, pensaba todo tipo de pavadas que surgían en mi imaginación, mientras algunos autos me tocaban bocina para no atropellarme, yo seguía sumergido en un mundo donde muchos dedican poco tiempo, los recuerdos, la memoria, el imaginar constantemente, todo fue mas fuerte luego de cruzarme con esa frase escrita en una pared de un edificio casi abandonado por su aspecto.
Sostenía lo poco que quedaba de mi cigarrillo entre los dedos y decidí sentarme un momento en la plaza, no sabía que plaza era, pero sabía que estaba en el recorrido que seguía. Al sentarme sentí la madera fría del asiento, surgió un escalofríos, di una última pitada a aquel cigarrillo y lo tiré. En aquel momento una mujer se acercó ¿será ella? pregunte tontamente sin pensar en la hora que era y en el lugar incierto que estaba; no era ella, era una joven de unos veinte años, de pelo castaño y unos ojos que a pesar de la oscuridad se notaban que eran de un verde claro. –disculpá ¿ tenés fuego?- me preguntó. Yo sin responder con muchas palabras saqué mi encendedor y se lo di, ella se sentó a lado mío y prendió su cigarrillo - ¿querés uno? – La miré y notaba su tranquilidad a pesar de estar hablando con un extraño a plena madrugada –si, por favor- contesté. – ¿Qué tal? Mi nombre es Esther, ¿Cómo te llamas?- No entendía que pretendía esa mujer con aquella conversación pero simplemente no lo pensé demasiado y contesté secamente –Eduardo-. Me miró mientras exhalaba el humo del cigarrillo y sonrió. –te parecés mucho a mi hermano mayor, también se llama Eduardo y seguramente debe tener tu edad… ¿tenés veintisiete años verdad?-. La situación hubiera resultado incomoda si uno cree que alguien quiere entrar a su intimidad luego de haber pedido un cigarrillo pero esa chica resultaba ser muy amable y de a poco comencé a entablar una conversación amistosa, mi tono de vos ya era diferente y sentía que a medida que iba transcurriendo los minutos ella lograba que yo le contase mi vida, y luego ella me contaba la suya.
Esther era una mujer joven, vivía sola en la capital ya que se había mudado por los estudios universitarios, sus amigas eran pocas, la mayoría compañeras que se cruzaban en la facultad. Su familia integrada por sus padres, su hermano mayor y ella, era una familia muy dispersa, por eso decidió comenzar hacer de su vida sola aquí en la capital. Ella no parecía estar mal, pero en sus ojos veía una profunda tristeza y soledad. - ¿Querés que nos veamos denuevo?- pregunté luego de casi dos horas de conversación. –Cuando quieras Eduardo, yo estoy todos los lunes rondando la plaza sola a estas horas-. La miré y una sonrisa se reflejó en ella, solo contesté –Hasta luego, Esther-.
Luego de haberme levantado y caminado unos metros, vi que ella seguía ahí sentada, sola, sin compañía, y por un momento dude si volver pero era tarde, aún no había llegado a mi destino y ya algunos rayos del sol intentaban borrar la oscuridad de la noche. Pero esta ves no sabía donde era mi destino, no sabía hacia donde caminar, ella, esa persona en quien tanto había pensado, por un momento se borró de mi mente y lo único que pensaba era en Esther ¿estará bien? ¿No tendrá frío? ¿Estará lo suficientemente abrigada? ¿La volveré a ver? Cuando me di cuenta de que no había visto el nombre de la plaza, ya estaba muy lejos y desorientado, no sabía donde estaba parado. Observé un puesto de diario que comenzaba a abrir sus puertas y le pregunté si estaba muy lejos del hotel en que me hospedaba, le di la dirección y milagrosamente ya solo estaba a unas siete cuadras. Al llegar pedí mis llaves y preparé mis valijas; mi vuelo salía en unas horas.
Fue una noche larga pensé cuando volvía a la ciudad de Rosario, no hacía mas de unas horas yo estaba frente a una desconocida, a Esther, hablando de la vida de cada uno y contándonos intimidades que nunca contaríamos a alguien conocido. Sin darme cuenta, ella sabía lo mas secreto mío, lo que muchos quisieron oír de mi durante muchos años de confianza, ella lo había logrado escuchar en unas horas, en una noche. La frase que había leído en aquella pared pareció ser mas que una predicción, fue una señal de lo que iba suceder, no se porque me impactó tanto en un principio pero luego de lo sucedido con aquella muchacha, y después de haberme subido al avión fue cuando me di cuenta de lo que significaba.“No es quien crees, la encontrarás… pero jamás te darás cuenta”
Martin E Kim
-
There definitely was something calling me. Inside of that box there was a voice shouting my name. So I went. I still don’t understand what had happened to me, but then I was inside. I appeared in a small and empty room. I was alone, and there was no exit, no door, no window. Nothing. It was hot in there but when I put out my clothes it got hotter. The colour of the air got green and finally red.
I hadn’t been scared at first, but then, a man, or something like that came near me and whispered my name. I couldn’t see his face, but I didn’t want to know how it could be.
I stayed there, I couldn’t move; the fright was bothering me and it was trying to paralyze me. The devil was laughing at me; it was accusing me of all my sins which I couldn’t remember at that moment. Then, it disappeared. I looked around and I noticed that I was completely alone. Nobody was there, only me, neither my imagination. It was not time for that. But I still felt my heart running out and away from there. I looked again to my front, and my soul fell down. It was there. In front of me, watching, with a big smile. The most horrible hands I’d ever seen, took my knee very slowly. I screamed.
I woke up next to that strange box which wanted to take me to hell. But it hadn’t been a dream.
By Maria
I hadn’t been scared at first, but then, a man, or something like that came near me and whispered my name. I couldn’t see his face, but I didn’t want to know how it could be.
I stayed there, I couldn’t move; the fright was bothering me and it was trying to paralyze me. The devil was laughing at me; it was accusing me of all my sins which I couldn’t remember at that moment. Then, it disappeared. I looked around and I noticed that I was completely alone. Nobody was there, only me, neither my imagination. It was not time for that. But I still felt my heart running out and away from there. I looked again to my front, and my soul fell down. It was there. In front of me, watching, with a big smile. The most horrible hands I’d ever seen, took my knee very slowly. I screamed.
I woke up next to that strange box which wanted to take me to hell. But it hadn’t been a dream.
By Maria
domingo, 1 de junio de 2008
EsKritores!
Buenas! Mi nombre es Martin!(derecha) y la petiza de alado es mi hermanita^^ Maria
Este Blog esta creado para publicar, mostrar y decir quienes somos! vamos a subir cantidad de escritos que les puede interesar o no (historias, poemas, reflexiones, etc); solo esperamos que se entretengan y puedan apreciar la afinacion por el arte de escribir; y ademas opinar.
ATTE
Hnos M. Kim
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